¿Qué sigue después del internamiento?
¿Qué sigue después del internamiento?
Has pasado meses de incertidumbre, miedo y esperanza. Tu familiar por fin terminó su internamiento y, al salir, surge la gran pregunta que todo padre, madre o pareja se hace:
¿Y ahora qué?
La mayoría de las familias creen que al terminar el internamiento “ya está curado”. Pero la realidad clínica es otra: el alta no es el final del proceso, sino el comienzo de una nueva etapa, quizás la más importante de todas: la reintegración.
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2. El seguimiento ambulatorio: una extensión del tratamiento
En Clínica Casa Calera, el proceso posterior al internamiento se llama “Programa Ambulatorio de ReConexión Emocional”, diseñado para que el paciente transite gradualmente hacia la vida cotidiana sin perder el soporte terapéutico.
Según la Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA, 2023), los programas de seguimiento que combinan consejería, terapia individual, grupos de autoayuda y acompañamiento familiar reducen hasta en un 60% la probabilidad de recaída.
El modelo recomendado incluye:
Sesiones psicoterapéuticas quincenales, para mantener la estabilidad emocional y trabajar detonantes.
Sesiones de consejería cada tres semanas, donde se monitorean avances, hábitos y metas personales.
Grupos de autoayuda cada tres días, que refuerzan el sentido de pertenencia y el compromiso con la recuperación.
Evaluaciones psiquiátricas mensuales, cuando existe comorbilidad (depresión, ansiedad, TDAH, etc.).
El objetivo no es solo “no consumir”, sino aprender a vivir con sentido, a construir proyectos, manejar el estrés y desarrollar vínculos sanos.
3. El papel de la familia en la reintegración
Uno de los errores más comunes es pensar que la familia “ya cumplió” al internar al paciente. Pero el acompañamiento familiar sigue siendo esencial.
La World Health Organization (OMS, 2023) señala que las familias que continúan participando activamente en la terapia logran mantener la abstinencia de su ser querido hasta tres veces más que aquellas que se desvinculan tras el alta.
En esta nueva etapa, la familia tiene tres tareas clave:
Sostener límites claros y coherentes.
No se trata de vigilancia ni de control, sino de coherencia. Si algo fue una falta grave antes, lo sigue siendo ahora.
Evitar rescates innecesarios.
No cubrir errores ni justificar irresponsabilidades. El paciente necesita experimentar las consecuencias naturales de sus decisiones para fortalecer su autonomía.
Cuidar su propio bienestar.
El proceso también deja huellas en los familiares: ansiedad, desgaste, miedo a la recaída. Por eso es fundamental continuar con grupos familiares y psicoeducación, espacios donde puedan aprender a sostener sin cargar.
Como dice un principio básico de la recuperación: “No puedes sostener a otro si tú no estás de pie.”
4. Las recaídas: una parte posible del camino
Hablar de recaída no es hablar de fracaso.
El National Institute on Drug Abuse (NIDA, 2022) explica que las adicciones son enfermedades crónicas del cerebro, similares a la diabetes o la hipertensión: pueden tener recaídas, pero eso no significa que el tratamiento haya fallado, sino que requiere ajustes o reforzamiento terapéutico.
Lo importante es cómo se responde a la recaída.
Cuando la familia actúa con juicio o enojo, el paciente tiende a ocultarlo.
Cuando actúa con límites y empatía, se favorece el aprendizaje y el retorno al tratamiento.
Por eso, se dice que la recaída puede ser una señal de crecimiento, no un retroceso, si se aborda desde la consciencia y el acompañamiento oportuno.
5. Reflexión: del miedo al compromiso
Después del internamiento, muchos familiares viven con miedo:
“¿Y si vuelve a consumir?”, “¿y si otra vez me miente?”, “¿y si todo fue en vano?”.
Ese miedo es comprensible, pero no debe convertirse en parálisis.
El paso más importante es transformar el miedo en compromiso.
Compromiso con la comunicación, con la terapia, con los límites, y con la esperanza realista de que el cambio es posible, aunque requiera tiempo.
Recuperarse no es “volver a ser el de antes”, sino convertirse en alguien nuevo, con otra conciencia, otras herramientas y otro propósito.
La familia tiene el privilegio y la responsabilidad de acompañar ese renacimiento.
6. Conclusión: el alta no es el final, es el comienzo
El alta clínica no significa “ya está bien”, sino “ya puede caminar con acompañamiento”.
El tratamiento ambulatorio, la consejería y la terapia familiar son el puente que conecta la recuperación con la vida real.
Sin ese puente, el riesgo de volver al mismo punto es alto.
Con él, la probabilidad de éxito se multiplica.
Si tu familiar ya egresó, este es el momento de dar el siguiente paso:
seguir caminando juntos, con guía, con estructura y con fe.
Porque la verdadera recuperación no es dejar de consumir…
es aprender a vivir en libertad emocional y responsabilidad personal.
PSICÓLOGO FABIÁN DELGADILLO
DIRECTOR CLÍNICA CASA CALERA
Referencias
American Psychiatric Association (APA). (2022). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed., Text Revision).
National Institute on Drug Abuse (NIDA). (2022). Drugs, Brains, and Behavior: The Science of Addiction. U.S. Department of Health and Human Services.
Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA). (2023). Continuing Care and Recovery Management for Substance Use Disorders.
World Health Organization (WHO). (2023). Family involvement in mental health and addiction recovery: Evidence-based approaches. Geneva: WHO Press.
1. La etapa más vulnerable: el regreso al entorno
De acuerdo con la American Psychiatric Association (APA, 2022), los primeros seis meses posteriores al alta son el periodo con mayor riesgo de recaída, especialmente si no existe un plan estructurado de seguimiento.
Durante el internamiento, el paciente vive en un entorno controlado, sin acceso a sustancias y con rutinas terapéuticas, alimentación regulada y supervisión constante. Al regresar al mundo exterior, vuelve a enfrentarse a los mismos lugares, personas y emociones que lo llevaban a consumir.
Es como pedirle a una persona recién operada que corra una maratón sin fisioterapia: tiene las herramientas, pero no la fuerza emocional suficiente para sostenerlas sin apoyo.
Por eso, el proceso no termina con la abstinencia, sino que continúa con un programa de acompañamiento ambulatorio que le permita aplicar lo aprendido y desarrollar autonomía real.


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